
El bote se hundía en las profundas aguas del río
Ella remaba sin problema, se dejaba llevar, se permitía soñar
Soñar despierta tal vez…ella soñaba, viajaba, volaba.
Pensaba, no se sabe en que ni en quien, pero pensaba
El bote se tornó en una extensión de su cuerpo
Escuchaba el ruido del agua…esa agua que hacía ese característico sonido de “paz”
Cada vez se dejaba llevar más…
Sus ojos verdes recorrían junto con el movimiento del bote los delicados meandros
Los veleros con sus velas y las canoas amarradas a la orilla conformaban la escena
Ella no quería volver…quería remar…remar, olvidar y renacer
Imaginó un hermoso paisaje alpino, un sol con un brillo peculiar
El tan agradable sonido del silencio
Esa tan agradable voz que escuchaba en su interior
Era su voz…su voz interna…
Su voz interna, tan apasionada, tan embriagadora, tan cautivadora y tan profunda
Su voz…la voz que escuchaba en su cabeza era la voz de la más hermosa y preciada libertad.
La libertad. La libertad que la invitaba a fundirse en ella, la libertad que la esperaba con los brazos abiertos para que ella, tan pequeña, tan tonta y tan frágil se mezclara en un abrazo infinito con ella.
Respiró hondo, respiro aires de libertad, aires de un nuevo mundo, respiró…respiró profundo…respiró tanto como pudo y los pulmones se le inflaron de libertad y de paz.
Felicidad.
Satisfacción
Un trance…una extraña sensación de trance, el pasaje de un mundo al otro. El pasaje de un mundo ideal a un mundo real. Todo giraba, todas las ideas pasaban frente a sus ojos clavados en un punto fijo como una película más que perfecta. “Esto es lo que quiero para mi vida, el que también lo quiera, que me siga…el que se anime a vivir una vida sin ataduras, que me siga…el que quiera recibir lo que tan profundamente desea, que me siga.”…Ella sabía MUY bien quien la iba a seguir.
Volvió en si, miró alrededor…detuvo la mirada en los meandros nuevamente, en la canoa vieja. Sintió la humedad del río…el río. EL RÍO. Esa humedad que parecía penetrar los poros de su piel blanca haciendo esa agua dulce parte del mismo cuerpo, un uno, un todo. Se sintió feliz y satisfecha dentro de su propia desdicha e insatisfacción. Pero ella dijo que lo iba a revertir, ella sabía que ese lugar, ese ambiente, ese agua, la hacía más que feliz y también se sentía amada y estimada. Siguió remando, cada vez más fuerte, cada vez más motivada.
El viento le pegaba en la cara. Descarga de adrenalina.
Decidió frenar. Plegó los remos, pero no los soltó. Miró la enorme bóveda celeste…
Ese cielo…ese cielo tan nítido.
Que perfecto era todo…solo faltaba que ella se amoldara a la perfección.
Miró y miró…observó…perdió su mirada en los cielos y finalmente
“Que quien sea que bendiga las cosas, bendiga la libertad”.
Ella remaba sin problema, se dejaba llevar, se permitía soñar
Soñar despierta tal vez…ella soñaba, viajaba, volaba.
Pensaba, no se sabe en que ni en quien, pero pensaba
El bote se tornó en una extensión de su cuerpo
Escuchaba el ruido del agua…esa agua que hacía ese característico sonido de “paz”
Cada vez se dejaba llevar más…
Sus ojos verdes recorrían junto con el movimiento del bote los delicados meandros
Los veleros con sus velas y las canoas amarradas a la orilla conformaban la escena
Ella no quería volver…quería remar…remar, olvidar y renacer
Imaginó un hermoso paisaje alpino, un sol con un brillo peculiar
El tan agradable sonido del silencio
Esa tan agradable voz que escuchaba en su interior
Era su voz…su voz interna…
Su voz interna, tan apasionada, tan embriagadora, tan cautivadora y tan profunda
Su voz…la voz que escuchaba en su cabeza era la voz de la más hermosa y preciada libertad.
La libertad. La libertad que la invitaba a fundirse en ella, la libertad que la esperaba con los brazos abiertos para que ella, tan pequeña, tan tonta y tan frágil se mezclara en un abrazo infinito con ella.
Respiró hondo, respiro aires de libertad, aires de un nuevo mundo, respiró…respiró profundo…respiró tanto como pudo y los pulmones se le inflaron de libertad y de paz.
Felicidad.
Satisfacción
Un trance…una extraña sensación de trance, el pasaje de un mundo al otro. El pasaje de un mundo ideal a un mundo real. Todo giraba, todas las ideas pasaban frente a sus ojos clavados en un punto fijo como una película más que perfecta. “Esto es lo que quiero para mi vida, el que también lo quiera, que me siga…el que se anime a vivir una vida sin ataduras, que me siga…el que quiera recibir lo que tan profundamente desea, que me siga.”…Ella sabía MUY bien quien la iba a seguir.
Volvió en si, miró alrededor…detuvo la mirada en los meandros nuevamente, en la canoa vieja. Sintió la humedad del río…el río. EL RÍO. Esa humedad que parecía penetrar los poros de su piel blanca haciendo esa agua dulce parte del mismo cuerpo, un uno, un todo. Se sintió feliz y satisfecha dentro de su propia desdicha e insatisfacción. Pero ella dijo que lo iba a revertir, ella sabía que ese lugar, ese ambiente, ese agua, la hacía más que feliz y también se sentía amada y estimada. Siguió remando, cada vez más fuerte, cada vez más motivada.
El viento le pegaba en la cara. Descarga de adrenalina.
Decidió frenar. Plegó los remos, pero no los soltó. Miró la enorme bóveda celeste…
Ese cielo…ese cielo tan nítido.
Que perfecto era todo…solo faltaba que ella se amoldara a la perfección.
Miró y miró…observó…perdió su mirada en los cielos y finalmente
“Que quien sea que bendiga las cosas, bendiga la libertad”.
J. Caufield
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